Cultura

Paula Puebla: “Me gusta señalar la hipocresía, apuntar a la falsa buena conciencia”

La autora de "El cuerpo es quien recuerda"estuvo en Mar del Plata para participar del ciclo "Poner a los libros de moda". En ese marco, conversó con LA CAPITAL sobre las polémicas temáticas que desanda en su última novela.

Por Claudia Roldós

“La línea entre ficción y realidad está muy borrosa si de subrogación de vientres se trata”, asegura la escritora Paula Puebla, autora de “El cuerpo es quien recuerda”, novela publicada hace poco menos de dos meses por Tusquets. Maternidad, mandatos, identidad, poder, los límites del deseo se ponen en el eje de un debate que se aleja de la corrección política en este libro. “Me gusta señalar la hipocresía, apuntar a la falsa buena conciencia”, define sobre las temáticas y abordajes de su obra, que retoma algunos tópicos de su anterior ficción “Una vida en presente” y del ensayo “Maldita tú eres”.

En “El cuerpo es quien recuerda”, Rita, Nadiya y Victoria, tres mujeres, tres generaciones, tres almas que llevan vidas que no las conforman, transitan en soledad, una historia que las une y está atravesada por el peso de los secretos.

Para esta novela, Puebla realizó un profundo trabajo de documentación, años antes de que las restricciones por la pandemia de Coronavirus y el cierre de fronteras, pusieran amplificaran detalles de una práctica que venía siendo cada vez más frecuente.

Especialista en Gestión Estratégica de Diseño por la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo, responsable de narrativa, colaboradora de medios digitales, Paula Puebla, asoma como una voz contundente de temáticas actuales, de un modo profundo, alejado de construcciones dadas: Según sus propias palabras, “rasgando” la cubierta para generar debate.

Puebla estuvo este fin de semana en Mar del Plata para participar de la inauguración del ciclo “Poner a los libros de moda”, del Sindicato de Prensa de Mar del Plata, junto a la escritora y periodista Luciana Acosta y la moderación de Federico Bruno.


Paula Puebla junto a Federico Bruno y Luciana Acosta.


En ese marco, la autora habló con LA CAPITAL sobre la novela y cómo en ella, realidad y ficción tienen límites borrosos.

-¿Qué te motivó a escribir “El cuerpo es quien recuerda”? y ¿Por qué te decidiste por la ficción?

-Me embargó por completo el asunto del alquiler de vientres porque vi que ahí se anudaban varias puntas que me interesan: el cuerpo de las mujeres, la maternidad y el mercado. Si bien podría haber hecho de estos temas un ensayo, a medida que me metía en la investigación, vi que ese mundo tenía elementos tan “fantásticos” que me vi casi empujada a escribir una novela, donde además tenía muchísima más libertad de acción. Y, en todo caso, creo que la línea entre ficción y realidad está muy borrosa si de subrogación de vientres se trata. Hay algo del orden de lo siniestro que quise retratar.

-¿Qué desafíos te planteó y cómo trabajaste la construcción de las voces, las características, las contradicciones de las mujeres protagonistas?

-Fue muy complejo armar esa tríada de voces. Encaré la historia con la voz de Rita, convencida de que ella sería la única voz. Pero a medida que avanzaba en la historia, me daba temor que quedara en una retórica extorsiva, de una pobre niña rica que no sabe qué hacer de su vida. En ese punto decidí sumar las otras dos voces, la de las dos madres si querés. Cuando tomé esa decisión es que se me terminó de armar la novela en la cabeza, porque tuve tres oportunidades distintas de sembrar preguntas y cruzar posiciones. Me parece que lo más edificante que tenemos como especie es la diferencia y tener a tres protagonistas contando la misma historia -aun sin comunicarse la una con la otra- podía ser metáfora de algo más.

-¿Hay, en esas voces un debate sobre los conceptos de “la verdad”, lo que se dice, lo que no se dice, los secretos?

-Sí, fundamentalmente somos lo que no nos decimos. Lo que nos guardamos. Lo que escamoteamos. Y eso que no nombramos tiene consecuencias en nosotros y puede tenerlo en los demás. Privar a una persona del derecho a su identidad, el conocer cuál es su origen, es un ejemplo de lo violento y vejatorio que puede ser un secreto.

-El cuerpo como fuerza de trabajo llevada al extremo, la maternidad, son temáticas recurrentes en tu obra, como una gran exposición de diversas polémicas para analizar con profundidad. ¿Es tu intención generar debate, invitar a pensar más allá de los discursos?

-Sí. Hay un mal de época que nos invita a asimilar discursos y verdades que fueron seteados por otros y que no admiten interpretaciones ni miradas críticas. Una especie de “tómalo o déjalo” que solo contribuye a la sedimentación del sentido común, al cliché, y a la apropiación de ideas por parte de los sectores que se dedican a eso. Me interesa que lo que escribo pueda rasgar esa cubierta para ensanchar el debate y para dejar el voceo bienpensante de lado. Me gusta señalar la hipocresía, apuntar a la falsa buena conciencia. Creo que nos hace bien.

-¿Hay un cuestionamiento a la impunidad que da el dinero y los límites al poder que otorga el dinero?

-Sí, es algo que retomo de la novela anterior, Una vida en presente, y es un tema que me interesa. El dinero. El poder. La gente de dinero y de poder. Los políticos, los empresarios. Son las élites que digitan nuestras vidas, nuestra vida material, concreta, y me parece que hay mucha tela para cortar ahí. Por supuesto, no creo que por abordarlos como sujetos en una novela vayan a ser ajusticiados por sus travesuras o delitos, pero me resulta fascinante escribirlos al desnudo. Millonarios, sí, pero con la miseria al aire.

-¿Buscaste plantear la diferencia entre la igualdad -en términos de oportunidades y derechos- y el que todos pensemos igual y queramos lo mismo? ¿Un llamado de atención sobre los riesgos de lo ‘políticamente correcto’?

-Sí, sobre todo esto último que decís. Que algo se establezca como “políticamente correcto” no significa que ese algo esté libre de malestares, riesgos o daños. Culturalmente tener un hijo, por ejemplo, es algo que de ningún modo está mal visto, por el contrario, y sin embargo, que sea “a cualquier precio” o “cueste lo que cueste” tiene otras implicancias. Hay ciertos asuntos, como el alquiler de vientres, hoy asociados a los movimientos libertarios -como escribió en un artículo en el DiarioAR Pablo Stefanoni-, que son asimiladas por el progresismo sin ningún tipo de conflicto ético. A esas contradicciones apunto.

-¿Hay una línea de ensayo sobre el tema de la construcción de definiciones y eufemismos para suavizar, deshumanizar situaciones, por ejemplo ‘recursos gestantes’?

-Me interesa esto que mencionás de los eufemismos, de las palabras que acuña el mercado para eliminar toda pátina sombría de una práctica como el alquiler de vientres. Vender la experiencia de un hijo por encargo precisa de ese marketing porque tranquiliza la conciencia.


“El cuerpo es quién recuerda” es la segunda novela de Paula Puebla.


-La novela está situada en un futuro muy cercano en lo cronológico, pero en algún punto lo hace parecer distópico a la vez. ¿Era la intención? ¿Es la realidad una distopía?

-La realidad es cada vez más una distopía, sí, y la elección del 2025 como momento histórico de la novela me ayudaba a reforzar esa sensación. Pienso que el estado del arte, de la ciencia y el desarrollo tecnológico le está mordiendo los talones a la ciencia ficción. Hace veinte años que se puede alquilar de manera legal un vientre, hace mucho años también que se está experimentando gestación de animales en bolsas plásticas, para prescindir de las hembras. Hace unos días, vi un video de un nanobot que recogía espermas sin movimiento y los llevaba hasta el óvulo. Ni hablar de los robots y las inteligencias artificiales. Todo esto nos hace volver a pensar los bordes de la literatura.

-¿Te influye tu formación académica en la escritura, en la forma en la que buscás que la lectura se transforme en imágenes?

-Sin dudas. La formación proyectual, en diseño, contribuyó de maneras impensadas al modo en que luego comencé a escribir. Es difícil precisar dónde empieza y termina la escritura.

-Venís justo para un encuentro, “Poner a los libros de moda”. ¿Creés que la literatura tiene peso en la formación de las ideas del público?

-No creo que sea algo que ocurra en la mayoría de los casos, pero creo que un buen libro tiene esa capacidad. Trastocar algo en el lector. Dejarle una pregunta en la cabeza. Hacerlo dudar. Creo que eso nos moviliza a muchos de los que nos dedicamos a esto. Otros se contentan con vender.

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